VÍCTOR CODINA
Estudió filosofía y teología en Sant Cugat, en Innsbruck y en Roma. Doctor en Teología, fue profesor de teología en Sant Cugat viviendo en L'Hospitalet y Terrassa. Desde 1982 hasta 2018 residió en Bolivia donde ha ejercido de profesor de teología en la Universidad Católica Bolivia de Cochabamba alternando con el trabajo pastoral en barrios populares. FUENTE: Blog de Cristianisme i Justícia, 13/03/2023. IMAGEN: Wikimedia Commons.
Estudió filosofía y teología en Sant Cugat, en Innsbruck y en Roma. Doctor en Teología, fue profesor de teología en Sant Cugat viviendo en L'Hospitalet y Terrassa. Desde 1982 hasta 2018 residió en Bolivia donde ha ejercido de profesor de teología en la Universidad Católica Bolivia de Cochabamba alternando con el trabajo pastoral en barrios populares. FUENTE: Blog de Cristianisme i Justícia, 13/03/2023. IMAGEN: Wikimedia Commons.

No es fácil evaluar estos 10 años de Francisco, porque ha roto muchos moldes tradicionales y existe el riesgo de quedarnos sólo con algunas frases suyas («oler a oveja», «Iglesia hospital de campaña», «haced lío», «ir a los márgenes», «la Iglesia es un poliedro»…), o valorar solo algunos gestos y aspectos concretos: vivir en Santa Marta, reforma de la curia vaticana, tolerancia cero ante abusos sexuales, visita a las periferias sociales y eclesiales, defensa del medio ambiente, no a la guerra, etc.
1. Raíces
Jorge Mario Bergoglio es argentino, hijo de una familia de migrantes italianos; es el primer papa no europeo, venido del «fin del mundo», que trabajó pastoralmente en las villas miseria de Buenos Aires, todo lo cual le hace sensible a los problemas de los países del Sur: pobreza, migración, marginación, movimientos populares, lucha por la justicia, fe del pueblo sencillo, etc. Como latinoamericano participó de la corriente eclesial y teológica latinoamericana que desde Medellín (1968) hasta Aparecida (2007) repensaba el Vaticano II desde la opción por los pobres.
Bergoglio es miembro de la Compañía de Jesús desde 1953, donde asumió las grandes líneas de su espiritualidad: partir de la realidad, profundo amor personal a Jesucristo, sentido apostólico y misionero de la vida, importancia del discernimiento para buscar la voluntad de Dios. Como jesuita tuvo una seria formación filosófica y teológica (Scannone, Fiorito, Guardini, Fessard, De Lubac…) y en el 2000, siendo obispo de Buenos Aires, formuló los principios básicos de su orientación pastoral: el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea, el todo es superior a la parte (EG 222-233). Los que le acusan de ignorante son unos ignorantes.
Pero Bergoglio sintoniza también profundamente con la espiritualidad franciscana: pobreza e identificación con los pobres, fraternidad universal, búsqueda de paz y armonía, amor a la creación. No es casual que dos cartas suyas Laudato si’ y Fratelli tutti, usen términos franciscano.
2. Líneas de fondo de su pontificado
Francisco se sitúa en la línea de continuidad con el Vaticano II que inició Juan XXIII y que por diversos motivos fue un tanto frenado en los pontificados posteriores al Vaticano II. La Iglesia de Jesús es el santo Pueblo de Dios que por el bautismo recibe el don del Espíritu y el sentido de la fe, que camina conjuntamente hacia el Reino de Dios, anunciando a todo el mundo la alegría de la salvación.
Esta intuición del Vaticano II es la que Francisco desarrollará al proponer la sinodalidad como la meta de la Iglesia del siglo XXI: un caminar juntos, en escucha, diálogo y discernimiento, dejándonos conducir por el Espíritu; una sinodalidad que invierte la visión piramidal de la Iglesia, que es una profunda crítica al clericalismo y al patriarcalismo eclesial; una Iglesia sin élites arriba y el pueblo abajo, una Iglesia cuyos ministros no busquen ni abusen del poder, sino que sean servidores del pueblo y en especial de los pobres, como Jesús; una Iglesia cuyo protagonista es el Espíritu del Señor. No se trata de imponer sino de proponer el evangelio, abierto a todos, también a los alejados que han abandonado la Iglesia, a los que están en situaciones irregulares, etc. La Iglesia es ante todo misericordiosa, no una aduana.
A partir de esta intuición de una Iglesia en camino y en proceso, donde es más importante avanzar que mantener estructuras anacrónicas del pasado, se comprende todo el proceso de reforma de la Iglesia, de la curia vaticana y sus finanzas, de tolerancia cero ante los abusos sexuales, y las tareas todavía pendientes: abrir los ministerios ordenados a hombres casados y a mujeres, buscar la participación de la comunidad eclesial en la elección de sus ministros, nueva postura ante la sexualidad y las diversas orientaciones sexuales, etc.
Solo nos queda agradecer al Señor esta nueva primavera eclesial de Francisco y rogar para que pueda consolidar la reforma eclesial que ya ha comenzado. Y si no somos creyentes, por lo menos, deseémosle una buena onda.
1. Raíces
Jorge Mario Bergoglio es argentino, hijo de una familia de migrantes italianos; es el primer papa no europeo, venido del «fin del mundo», que trabajó pastoralmente en las villas miseria de Buenos Aires, todo lo cual le hace sensible a los problemas de los países del Sur: pobreza, migración, marginación, movimientos populares, lucha por la justicia, fe del pueblo sencillo, etc. Como latinoamericano participó de la corriente eclesial y teológica latinoamericana que desde Medellín (1968) hasta Aparecida (2007) repensaba el Vaticano II desde la opción por los pobres.
Bergoglio es miembro de la Compañía de Jesús desde 1953, donde asumió las grandes líneas de su espiritualidad: partir de la realidad, profundo amor personal a Jesucristo, sentido apostólico y misionero de la vida, importancia del discernimiento para buscar la voluntad de Dios. Como jesuita tuvo una seria formación filosófica y teológica (Scannone, Fiorito, Guardini, Fessard, De Lubac…) y en el 2000, siendo obispo de Buenos Aires, formuló los principios básicos de su orientación pastoral: el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea, el todo es superior a la parte (EG 222-233). Los que le acusan de ignorante son unos ignorantes.
Pero Bergoglio sintoniza también profundamente con la espiritualidad franciscana: pobreza e identificación con los pobres, fraternidad universal, búsqueda de paz y armonía, amor a la creación. No es casual que dos cartas suyas Laudato si’ y Fratelli tutti, usen términos franciscano.
2. Líneas de fondo de su pontificado
Francisco se sitúa en la línea de continuidad con el Vaticano II que inició Juan XXIII y que por diversos motivos fue un tanto frenado en los pontificados posteriores al Vaticano II. La Iglesia de Jesús es el santo Pueblo de Dios que por el bautismo recibe el don del Espíritu y el sentido de la fe, que camina conjuntamente hacia el Reino de Dios, anunciando a todo el mundo la alegría de la salvación.
Esta intuición del Vaticano II es la que Francisco desarrollará al proponer la sinodalidad como la meta de la Iglesia del siglo XXI: un caminar juntos, en escucha, diálogo y discernimiento, dejándonos conducir por el Espíritu; una sinodalidad que invierte la visión piramidal de la Iglesia, que es una profunda crítica al clericalismo y al patriarcalismo eclesial; una Iglesia sin élites arriba y el pueblo abajo, una Iglesia cuyos ministros no busquen ni abusen del poder, sino que sean servidores del pueblo y en especial de los pobres, como Jesús; una Iglesia cuyo protagonista es el Espíritu del Señor. No se trata de imponer sino de proponer el evangelio, abierto a todos, también a los alejados que han abandonado la Iglesia, a los que están en situaciones irregulares, etc. La Iglesia es ante todo misericordiosa, no una aduana.
A partir de esta intuición de una Iglesia en camino y en proceso, donde es más importante avanzar que mantener estructuras anacrónicas del pasado, se comprende todo el proceso de reforma de la Iglesia, de la curia vaticana y sus finanzas, de tolerancia cero ante los abusos sexuales, y las tareas todavía pendientes: abrir los ministerios ordenados a hombres casados y a mujeres, buscar la participación de la comunidad eclesial en la elección de sus ministros, nueva postura ante la sexualidad y las diversas orientaciones sexuales, etc.
Solo nos queda agradecer al Señor esta nueva primavera eclesial de Francisco y rogar para que pueda consolidar la reforma eclesial que ya ha comenzado. Y si no somos creyentes, por lo menos, deseémosle una buena onda.